Santiago de Chile, 3 de Agosto de 2014. 1:30 am

Me subo a la misma micro de hace quince años. Voy donde los mismos amigos de hace quince años, a hacer lo mismo que hacíamos hace quince años. Me esperan en Santa Isabel con Vicuña  .Llamo a Matías y me dice que está en el Tío Manolo, al lado del Parque Bustamante. Entro al lugar, saludo, y de una me ofrece un sorbo de una petaca de Johnnie Walker. Me lo zampo en cuatro segundos mientras Rony se manda un completo. Le digo que aproveche el pebre que hay en una fuente de greda al centro de la mesa.No me pesca y sigue comiendo obnubilado. Siempre quise usar esa palabra, obnubilado. Okay.
Salimos a fumar y vamos a comprar más whisky para capear el frío. Mientras vamos chupando por Santa Isabel como patrones de fundo decidimos quedarnos una cuadra más allá, en un banco de una plaza.  Miro la hora en mi teléfono y veo mi reflejo, puta, estoy viejo, se me notan los surcos de mis ojos, siento que los treinta se me vienen encima como Babilonia, que me vuelve a aplastar como a un mosquito. Reculo que más bien me siento viejo por el hecho de que han quedado atrás los partidos de fútbol con los Cebollitas en La Serena, las correrías en Buenos Aires, las veladas de vodka en Kalisz y las bañadas nocturnas en el Mediterráneo, de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. No le doy importancia, me sigo emborrachando a la luz de esos faroles tan cristalinos de Providencia.
Entre risa y charla, se nos acerca un tipo joven (curado) con una guitarra . Nos pide un sorbo de chela, nos miramos entre los tres, yo respondo con acidez, Chuko con la misma cara culeada de hace veinte años de playmobil, y Matías como siempre, generoso , le da un sorbo .Y el hueón  se instala con la guitarra.
En pleno Santa Isabel con Bustamante, tocamos, cantamos y bailamos canciones de The Doors, Víctor Jara, Silvio Rodríguez, Ismael Serrano, Gun´s n Roses, Los Jaivas y Rolling Stones. Las patrullas pasaban a nuestro lado y se largaban rápido, nadie nos molestaba.
La fiesta callejera siguió hasta que escuchamos el cierre de la lata de la típica boti de bustamante con Santa Isabel. Quedamos para la cagada. Inmediatamente surgieron planes de que hacer ahora y simplemente decidimos largarnos con viento fresco hacia Vicuña, previa despedida del hombre de la guitarra.

El Matías invitó a unas piscolas en el clásico Bar de René. Esta vez entramos sin problemas y compramos buen trago y abundante. Las personas que habían parecían extrañadas con nuestra presencia; sinceramente contrastábamos con los metaleros chascones y desaliñados que deambulaban por las esquinas. Nos pusimos en un rincón al lado de la puerta e hicimos un salud. Traté de entablar una conversación con Chuko sobre los argentinos, pero el weón estaba tan curado con el whisky que sólo me hablaba incoherencias. Matías invitaba a salir a la barwoman, pero llegó a los cinco minutos con cara de derrota y nos dimos cuenta de que no teníamos nada más que hacer en el Rene. Me tomé mi piscola y la de Rony y salimos cagando hacia el frío invernal.

Nos despedimos frente al pool, el mismo al que íbamos desde tercero medio hasta que me fui a La Serena. Fue una despedida fría, lejana. Cada uno volvió a lo suyo. Lejos quedaron los tiempos de hermandad adolescente, de utopías e idealismos. En la cara de cada uno se podía ver las marcas de la ciudad, las consecuencias buenas y malas de las decisiones tomadas a la carrera. Por qué tiene que repercutir ? Dónde quedó eso de que la esencia no cambia, de que no había que perder la capacidad de asombro jamás? Y luego pienso que Santiago me anula, me liquida lentamente, que todo  lo que importa en esta ciudad es la plata, y nada más.y es como si mi alma estuviera escondida bajo una falsa capa de seguridad, de aparentar que todo está bajo control, que estás en el camino correcto. Pero ella y yo sabemos que acá no puedes ser tú, que no existe ningún tipo de decencia, que todo es subliminal a lo que pase, que la cosa es subirse a corrientes de nada, sin ningún motivo, sin fuego, sin vapor, sin dirección, sin nada.