The Lizard King

viernes, 7 de octubre de 2016



Barcelona, tarde de verano húmeda, sin viento y sudado hasta decir basta. Passeig de Gracia.
El calor adormece, pero uno no puede quedarse en la cama del hostal cuando está en una ciudad que no es la suya. Mi pieza está en un entretecho y tiene ascensor antiguo con rejas tipo Buenos Aires o Barrio Santa Lucía. El baño tiene azulejos y una tina inmensa que da a un ventanal , el que a su vez da a un tragaluz que termina en la cocina de un restorán vietnamita. La tina es bakán, se cabe de cuerpo entero.Pero uno no puede darse un baño de tina cuando está de paso en Barcelona.
Me entero de un recital en que una banda tributo de The Doors en el Estadi de Montjuic va a tocar. Agarro mi bolso chico y me largo camino al Metro. Me pongo mis audífonos gigantes y empieza a sonar "Universal Mind".
Llego al estadio. Me consigo un pequeño espacio y empieza la Morrisonmanía. Hay unas hippies escandinavas con el pelo rubio sin lavar, un italiano con aro que se toma una lata de medio litro de Carslberg, un negro que trata de engrupirse a una rusia gringa con marcado acento californiano , unos catalanes que fuman pito sin convidar y unos franceses tipo gays que parecen horrorizados ante el notorio estado de ebriedad de unas cuarentonas irlandesas que lloran  y no paran de hablar de un tal Scott. Una mina con el pelo color calugón pelayo , enrollada en una túnica apretada blanca con rojo, me empieza a mirar de reojo.
-Está bueno el recital-
-Sí-
Después abre la túnica y entre risitas saca una tibia botella de Gin Tanqueray.
-Quieres?-
-Claro- le digo-,This is not the end my friend, isn`t it?
Ella no sonríe,  pero se toma un sorbo.
Le pido su número de teléfono. No me lo da.




domingo, 2 de octubre de 2016

Un anuncio de salida, en un aeropuerto, tiene significados diferentes para los que lo oyen.Para algunos era una frase de rutina, el preludio de un aburrido viaje de negocios que nunca habrían hecho por su propia voluntad. Para otros, el principio de la aventura; y para otros, el principio del fin: la vuelta a casa. Para algunos traía aparejada la tristeza de una despedida; para otros, por el contrario, la perspectiva de encuentros alegres. Algunos lo oían para otras personas, eran amigos o parientes los que viajaban; para ellos, los nombres de las ciudades eran algo así como vagas estampas de lugares lejanos, algo que nunca verían. Los menos escuchaban los anuncios con temor, pero muy pocos con indiferencia. Era la señal de que había empezado el proceso de la partida. Un avión estaba listo; era el momento de ir a bordo sin perder tiempo; los aviones rara vez esperaban a nadie. Al poco tiempo el avión entraría en ese elemento tan poco natural para el hombre: los cielos; y porque no era natural siempre estaría rodeado de un aureola de aventura y romanticismo.

Arthur Hailey
Aeropuerto

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