
Pasé por la migración de Barajas .El oficial a cargo fue cortante hasta que le mostré mi carta de invitación a la Comunidad Schengen.Luego de eso me deseó una buena estadía. Timbre y me lancé al baño. Mientras escuchaba a una mujer ecuatoriana protesar contra sus españoles patrones, me puse unos pantalones cortos. El calor que hacía en Madrid era asqueroso; peor que el de Buenos Aires, aunque menos infernal que el del Pantanal boliviano-brasilero. Tomé un agua sin gas que me costó la friolera de cuatro euros y esperé mi vuelo a la maravillosa ciudad de Barcelona.
En el aeroport del Prat tomé el aerobús ( de una modernidad que te recontra-cagas ), hasta la Plaza Catalunya. Eran las nueve de la noche y yo no tenía idea de dónde carajo quedaba mi hostel. La rambla catalunya, recordé. La linda austríaca que venía conmigo me mostró donde tenía que bajar. Pregunté a unas chicas españolas en la misma plaza y me tiré unas cuatro o cinco vueltas por esos pasadizos extrañísimos, enredados en diagonales , jodidamente europeos, sin cuadras, sudado hasta el acabóse. Y cuando me encontré por segunda vez el Arc de Triunf, me decidí a tomar un taxi.
El taxista (catalán) , que mientras me llevaba no paró de hablar de prostitutas, me dejó en la puerta de mi lugar. Me recibió un hombre simpático, con un acento inglés algo extraño. El también notó mi acento. Era brasilero.Comenzamos a hablar en portugués y como le caí bien, me dio una habitación con cinco chicas. << eres el único hombre ahí, tienes una suerte de la puta madre >> me dijo entusiasmado.
Y claro. En la pieza en cuestión paraban unas francesas que llegaban todos los días borrachas, y sin pensarlo, se sacaban la ropa al frente mío. Me despertaba por la mañana y lo primero que veía era una mina sin ropa ,que sólo llevaba un calzón encima. Imagínate que lo primero que ves al despertar es una rubia en pelota. Yo miraba y me hacía el gil, tratando de hacerme el abierto de mente,mirando para otro lado, y las minas se daban cuenta y me vacilaban:
<< los latinos no son acostumbrados a esto, nooo chileno?? >>, me decía la Florianne, en un pésimo español,mientras me bamboleaba las tetas por encima de mi cama.
La cosa es que un día estaba en una mesa de la cocina de nuestro piso, mirando un mapa de la ciudad. No entendía nada. El metro tenía unas siete u ocho líneas y conexiones por todos lados. Yo sabía que la estación más cercana era Diagonal. O si quería subir al tren estaba Passeig de Grácia o Fontana más arriba. Entonces llega Fenna, la alemana que dormía abajo de la francesa que me hacía burlas con sus boobies. Lo primero que me dijo, al cachar que yo no entendía un carajo de la red del Underground, fue:
- en Chile ustedes tienen Metro? ...
- claro, uno de los más modernos de Sudamérica -,dándomelas.
- Aah sí, ojalá no te pierdas acá.- Dándoselas aun más.
La alemana en cuestión era de Bremen. Recuérdenme ir a Bremen. Me gustó que se burlara de mi acento en inglés, que me comparara con Napoleón (por lo loco), que jodiera a los sudamericanos y turcos y el problema de la inmigración ,y que me recalcara mi pasaporte tercermundista.Me gustó. Cuando un día íbamos en el metro, un rumano le atajó su bolso y le robó hasta el alma. Un gitano. La germana se vio en pelota. El único amigo que tenía en Barcelona era yo, el latino chileno, que no emulaba bien el acento del british english y que se perdía en el transporte público europeo. Pues bien, llegamos a la embajada de Alemania, con todos sus escudos de águilas y su formalidad aburrida (no me dejaron entrar al nivel dos por protocolo), a contar la historia del robo. No había pasaporte hasta dos semanas. Mientras me comía un panini en el Passeig de Gracia , después de haber sido correctamente despachado de la embajada alemana, frente a la casa de Gaudí, llegó diciendo:
- necesito de tu pasaporte
- tanto así eh? De verdad que lo debes de necesitar.
- mi padre necesita enviarme 800 euros
- oh
- vamos Maxi, ya sé que dije cosas horribles acerca de tu pasaporte, ahora lo necesito, házme ese favor...
Y era una tarde calurosa. Me estaba revolcando en mi cama a eso de las ocho de la tarde, cuando llega la Fenna.
- Un vino en la Barceloneta me vendría bien- , dijo.
- Yo quiero ir al Hard Rock -, y con mil libras en la maleta quien no querría ir.
- Ya lo harás cuando vuelvas a España. Acompáñame. Te has bañado en alguna playa del mediterráneo de noche?. no te vas a arrepentir-.
Y fui. teníamos dos vinos riojanos aparte de las cervezas que les compramos a los pakis. El agua era cálida y azulada, azulada hasta decir basta. Mientras me fijaba en la infinidad,pensando en Chile,en Polonia y mi vida allá, la Fenna se sacó la ropa y me invitó al limbo, al torbellino ése donde no hay vuelta atrás, a ese que vas con ganas e incertidumbre, y mientras las olas surcaban calmas el mediterráneo, me vi envuelto en la espiral continua y sicodélica que otorga el placer más allá del límite.
Esa que sólo vives en Barcelona.
domingo, 7 de octubre de 2012
Publicado por Ale en domingo, octubre 07, 2012
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